domingo, 20 de julio de 2008

S.F. '08


San Fermín = fiesta = regocijo dispuesto para que el pueblo se recree.

Es el tiempo del desborde, del desenfreno –permitido bajo el control del descontrol- para que todo lo oprimido sea puesto a jugar.

Las pequeñas cronistas han intentado -sin éxito, una y otra vez- ordenar la multiplicidad de historias vividas en un espacio cuya temporalidad es más relativa que nunca.

Han sido días en los que hemos escuchado: “una mujer con los tobillos gruesos no sabe hacer el amor”, “qué bien hecha que estás”, “al-co-hol al-co-hol etc.,” se me activó la glándula del sebo”, “a mí me gustas tú, niña”, “qué guapa!”, “te quiero ver de blanco, jeje”, “a qué amigo mío te quieres petar”, “que bien te pintas”, “si hablas conmigo estás perdida”, “sos mala eh” , “¡¡qué personajes!!”, “tienes respuesta para todo”, “esto ya lo he vivido”, “lo suyo es…”, “me gusta la soltería”, “qué marcha tenéis”, “qué maja”, “¿te conozco?”, “ya hablaremos, estoy muy borracho”, “que me pilla el toro”, “estoy sin ilusión”, “no te había conocido”.

Todo es posible bajo la mirada del santo moreno. Las emociones se exaltan y las oscilaciones nos llevan desde la amistad -pura, celebrada, adulada- a los bajos fondos de las materias pendientes. Lo que estaba por anunciarse, resulta expuesto sin velo y con sabor a desencanto. Es curiosa la necesidad de saldar deudas, ofreciendo como pago un presente lleno de éxito y bonanza.
También los romances parecen correr ritmos de encierro con melodías de txarangas.

Y claro, el cuerpo… testimoniando los efectos del uso y abuso de todo lo vivido, dicho, ingerido, absorbido, inhalado, inspirado, exhalado, etc…

Pues así es, en los nueve días de locura, música, bebida y churros, las metroimedio seguimos viendo pasar toros.

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